El abuelo lucía un bigote largo y frondoso.
Lo mostraba con orgullo y lo adornaba con cuentos llenos de magia y humor.
Un día, celebrando una ocasión familiar en la casa de su hijo, después de un abundante almuerzo, se acostó para tomar una siesta.
Su nieto preferido, al verlo tendido y roncando, por hacerle una broma, le untó, sin que se despertara, un queso francés fermentado en su bigote.
Momentos después, el abuelo dejó de roncar, se reacomodó y olfateó profundamente.
Detectó un extraño aroma e hizo un gesto de desagrado.
De repente se levantó quejándose, comenzó a deambular por toda la casa, buscando el origen de ese putrefacto hedor.
Cada vez que se acercaba a cada una de las personas que estaban en la casa, repetía para sí mismo: - Todo y todos apestan en esta casa. Es imposible que no se den cuenta.
Al no soportar más el olor, aseguró en voz alta: - No me aguanto esta porquería.
Se dirigió hacia la puerta y salió de la casa dando un fuerte portazo.
PL , si algo te ocurre una vez, puede que se trate del olor de los demás, pero si lo mismo te ocurre varias veces y con distintas personas, mírate al espejo y busca el queso en tu bigote.
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